jueves, 16 de octubre de 2014

Leyenda: Ichi, el enanito

           Ichi, el enanito


Bajo el cielo azul y limpio del callejón de Huaylas está Qjelle Huanca.

Cuenta la leyenda que, hace muchos años, en Qjelle Huanca se abrió la tierra y brotó un enanito. Se llamaba lchi, que en quechua quiere decir “pequeñito”. A Ichi le gustaba estar desnudo, y  tenía una cabellera brillante como el fuego.

El día que lchi brotó de la tierra, se sentó sobre una piedra y sacudió alegremente sus encendidas  greñas. Sus ojitos vivos como brasas miraron asombrados el amanecer. El paisaje era muy hermoso, de sembríos verdes adornados de amarillo retama. Pero hacía mucho frío. Ichi se estremeció y se puso a llorar como un lechoncito.
Más tarde, el Sol calentó los campos y el enanito, muy contento, empezó a saltar por entre los riscos y las peñas. Su cabellera roja se andaba enredando por las pencas y las tunas. A Ichi le fue gustando Qjelle Huanca y se quedó ahí.

En las noches, tocaba su barriga como si fuera un tambor y el sonido ronco resonaba de cerro en cerro. En las tardes calladas soplaba su quena, y la flautita se llenaba de trinos.
A Ichi le divertía mucho cantar debajo de la tierra, y sus canciones salían al aire como el agua de algunos puquiales cuando se convierte en nube.


En los amaneceres celestes, las tonadas lejanas del enanito Ichi despertaban a los niños y niñas, y los terneritos mugían dulcemente.

Nadie en Qjelle Huanca vio jamás al enanito de la cabellera roja, pero lo adivinaban en el agua, en los cerros, bajo la tierra. Todas las noches esperaban su toque de tambor para dormirse, y se acostumbraron tanto al canto de su quena, que al cabo de un tiempo ya no supieron amanecer sin ella.